dilluns, 7 de maig del 2012

Juan Bonilla, El tiempo es un sueño pop. Vida y obra de Terenci Moix 
Premi Gaziel de Biografies i Memòries 2011


"Moix buscó ayuda clínica, y según un testimonio apenas enmascarado de ficción (o de este género entreverado al que llaman "autoficción"), pero de indudable valor -la novela corta L'última carícia, Terenci, de Manel Guitart, un joven periodista que, a la muerte de Moix, escribe los recuerdos de unos días pasados con él en el Londres de principios de los años noventa, y excava en la personalidad con singular pericia-, asistió a sesiones de psicoterapia que le causaron un efecto paradójico: alcanzó la conclusión de que todos los desastres de su vida cotidiana y de su vida sentimental se debían al exceso de protección y la relación de dependencia que había mantenido con su madre. Encajó las piezas a su gusto para convencerse de que, lo mismo que había hecho su madre con él, ese celo en protegerle, en defenderle del mundo, en esculpirlo a sus anchas, lo había hecho él con su amante, hasta el punto de haber destruido el amor que los unía y haber convertido la relación en un infierno insoportable. Por tanto necesitaba vengarse para espantar fantasmas, y Guitart nos lo retrata con un cuchillo en la mano, persiguiendo a su propia madre para hacerle pagar su fracaso sentimental, la condena de estar solo, de salir siempre escaldado en las relaciones de amor en las que se entregaba sin medir los efectos de esa entrega cuando llegara el descalabro. Después de ese episodio violento, lo ingresaron en la clínica Soler Roch, donde unas curas de sueño derritieron su ancho dolor insoportable. (...) Ese edipismo, según le cuenta Moix a Guitart, fue causa de todos sus males, y motor de su insospechada necesidad de destruir una relación que le había dado sentido a su vida durante catorce años, dedicados en su mayor parte a hacer de su pareja el gran actor en que se había convertido, sin darse cuenta de que, al crearlo, le estaba concediendo una libertad que utilizaría en su contra en cuanto tuviera oportunidad. Es una manera de verlo, naturalmente: hacer descender del poder de la madre para crear irrealidades defensoras del hijo -irrealidades que se volverían contra él cuando dejara la niñez-, ese afán de dominio sobre el otro, que no tenía por qué querer ser solo creación de quien le amaba".